viernes, 8 de agosto de 2008

2.- La universalidad de nuestos actos

En mi primera entrada terminé con la pregunta ¿quién en su sano juicio desearía obrar mal contra sí mismo? Para comenzar esta nueva reflexión tengo que hacer solo una restricción, el estar en completas y sanas facultades mentales. Es decir, lo que intentaré reflexionar no puede ser aplicado a aquel o aquellos sujetos que presenten patología alguna que les impida actuar con sus facultades mentales completas. Fuera de eso espero una aplicación individual y por ende universal.

La última línea puede parecer ser contradictoria, ¿acaso algo que es individual es universal? ¡Claro qué sí! La respuesta a esta pregunta está completamente relacionada con la respuesta a la pregunta con la que hoy empiezo. Supongamos que soy el único hombre sobre la tierra, o por lo menos creo que así lo soy, y además que me declaro a mi mismo un ser humano (hasta este momento no importa la definición de ser humano, solo basta con saber de que existe alguna) entonces cada acto que realice será en nombre de todos los seres humanos (tampoco no importa que sea el único de la clase). Es decir, al hacer algo quiero suponer que es lo mejor para mi, si es lo mejor para mi luego entonces debe de ser lo mejor para la clase que represento, el ser humano. Por lo tanto cada cosa que haga o diga lo hago en nombre de y para el ser humano. Soy un representante de mi mismo. Por el momento ya he encontrado en mí mismo dos componentes, la existencia y la propia representación. Al darme cuenta de que existo y de que cada acto que realice o deje de realizar es una manifestación de mi existencia le estoy asignando un valor a todas mis acciones.

Justo ahora he establecido que todo lo que haga será en mi beneficio, ¿acaso puedo encontrar alguna razón para hacer algo en contra mía? Para poder contestar eso solo hay que pensar en la consecuencia que mis actos tendrán. ¿Qué consecuencias podría acarrear el hacer algo en contra mía? Solo severas consecuencias, previamente he declarado que por el solo hecho de existir soy el representante del hombre, si atento contra mi integridad luego entonces atento contra la integridad de todos los seres humanos. ¿Cuál es la consecuencia de atentar contra todos los seres humanos? Simplemente la desaparición de esta clase y por lo tanto la desaparición de mismo.

Ahora podemos entender que solo necesitamos saber que nuestros actos producirán efectos en nosotros mismo, al saber esto ya no es necesario saber nada más sobre nuestra conducta. No hay necesidad de códigos morales o leyes solo debemos reconocer que somos responsables de lo que hacemos, nuestras acciones conllevan responsabilidades y debemos acceptarlas. No hay pretexto alguno para negarlas. Negar la responsabilidad de nuestros actos es negarnos a nosotros mismo y por lo tanto es negar a toda la humanidad.

Después de todo esto hemos encontrado una regla básica para la coexistencia, buscar nuestro bien pero siempre teniendo en cuenta de que cada acto que hagamos lo hacemos en representación de nuestra clase y por lo tanto es universal. Así que cada vez que actuemos debemos de preguntarnos ¿quiero que todos actúen de la misma manera que yo lo hago? ¿Mis acciones promueven mi propia existencia y por lo tanto la de mi género? ¿Es acaso lo que hago justo para mí? Si es justo para mí luego entonces es justo para los demás, si es justo para todos y cada uno de nosotros entonces está correcto. Si el actuar así conlleva a la libertad y al bien común entonces está bien hecho. Solo tenemos que recordar que nuestras acciones si bien pueden ser efectuadas de manera individual sus repercusiones son universales.

Esto es todo lo que necesitamos para vivir en armonía. No hay necesidad de provocar miedo, culpa, temor y arrepentimiento en los demás para esperar que ellos se comporten. No hay necesidad de tener en una mano el castigo para esperar que todo funcione, solo tenemos que aceptar la universalidad de nuestros actos y acatar las consecuencias que estos tengan. Lo último que nos tenemos que preguntar es ¿acaso estamos dispuestos a volvernos un modelo a seguir?

jueves, 7 de agosto de 2008

1.- Inicio

Esta es la primera entrada en mi primer blog, discúlpenme si no llego a ser claro pero las ideas brotan a borbotones y no es fácil detenerlas para desenmarañarlas una a una y darles el espacio y tiempo adecuado. Escribir surge en mí como una necesidad de realizar deseos incumplidos, de dominar mi mente y mis ideas. No pretendo erigirme como un escritor, no lo soy, mucho menos como un creador de ideas que busquen el reconocimiento ajeno. Solo intento llenar el hambre de palabras y reflexiones que hasta antes de hoy se perdían en el silencio, sin derecho alguno de réplica.

La soledad nos lleva a escribir, pero la compañía también inspira. Escribir es abrazar momentos, instantes que duraron un parpadear o que tal vez no llegaron a cristalizarse o momentos que han durado una vida entera. En este blog no pretendo decir solamente lo que siento o lo que pienso, quiero decir algo más allá donde solo la reflexión tenga cabida. Escribir es una actividad que nos ayuda a definirnos, aunque esto conlleve al miedo de descubrirnos a nosotros mismo, a mí mismo. En el algún caso extraordinario espero que mis palabras te lleven, a ti lector, a una introspección o por lo menos al recuerdo del pasado o a la formulación de tu futuro.

Quiero comenzar mi blog diciendo que somos quien escogemos ser. Nadie nos ha obligado a ser quien somos, por lo tanto debemos de reconocer el deber que tenemos para con nosotros mismo y respetarnos. Es decir, ser congruentes. Hemos nacido en alguna sociedad, no importa cuál. Las naciones, las razas, las ideologías, los nombres, el trabajo y las religiones no son más que una forma de etiquetarnos y eso no tiene nada de malo. Lo malo es negar la obligación de crearnos a nosotros mismos. Deplorable y lamentable es aquel que busca ser arreado cual borrego, triste aquel que su existencia justifique diciendo así nací y así he de morir. Somos quien queramos ser y aceptar esto es solo el primer paso a la libertad. Aceptar que cada día nos reinventamos y que somos responsables de cada uno de nuestros actos no es más que el reconocimiento de que somos seres libres e inteligentes, capaces de crear y destruir, de obrar correctamente y de equivocarnos. Nuestra existencia es nuestra y de nadie más. Poco hombre aquel que relegue su existencia y destino a la decisión ajena. Incluso el renunciar a tomar una decisión es una decisión, así que no podemos huir de la toma de decisiones. Al aceptar el hecho de nuestra responsabilidad para con nosotros mismo negamos a los demás su derecho sobre nosotros mismos. Por ende solo así podemos obrar con bien. ¿Quién en su sano juicio desearía obrar mal contra sí mismo?

Hoy no pienso agobiarte con muchas palabras pero solo quiero empezar mi blog con una declaración de que existo y de que soy responsable de mi mismo y de nadie más. Creo que siempre es bueno terminar con una preguntar, para así forzarme a volver para contestarla.